viernes, 10 de diciembre de 2010

Teníamos un problema y ¿lo hemos solucionado?

Llama la atención la altanería de nuestros políticos cuando se enfrentan a una situación difícil y siempre se encuentran muy orgullosos y satisfechos de la solución aplicada. Ya lo dijo Aznar cuando expulsó a 103 inmigrantes subsaharianos procedentes de Melilla sedados con Halopedirol y ayer lo repetía el gobierno tras el desastre del fin de semana en los aeropuertos. Ni el problema de Melilla se solucionó, basta mirar hemerotecas desde entonces hasta hoy para darnos cuenta de que el drama de la inmigración irregular en Ceuta y Melilla sigue azotándonos, ni seguro que el estado de alarma solucionará el conflicto con los controladores aéreos. mal le valdría a estos políticos algo de humildad y decir que se ha hecho lo que se ha podido con la ley en la mano, pero que efectivamente la solución no es fácil y llegando al sumo de esa virtud estar abiertos a recibir consejos de otros o incluso escuchar a la ciudadanía.
Yo no tengo la solución, menos mal, sino sería político, pero lo que si sé es que la amenaza de prisión no solucionará un conflicto laboral y también se que ningún juez en su sano juicio condenará a 8 años de prisión a un controlador por no haber comparecido en su puesto de trabajo. basta para que no se pueda probar la confabulación en cada uno de los controladores para cerrar el espacio aéreo, para que caiga el delito de sedición.
Sin embargo seguro que sería muchos más efectiva la reacción administrativa, los despidos de los que se ausentaron de su puesto de trabajo y también la exigencia de responsabilidad civil a esos controladores de todo el dinero que perdieron los ciudadanos, los operadores y el sector servicio. No creo que a un juez, tras un proceso justo, le duela en prenda embargar los bienes de quienes son multimillonarios a costa de todos, e incluso embargarles el sueldo, salvo el salario mínimo y poco mas, que permite la Ley de Enjuiciamiento Civil para que aquellos que cobran en un solo mes mucho mas que la mayoría de las familias españolas en un año y  con su actuación han frustrado las expectativas e ilusiones de muchos. Eso si tendría un verdadero efecto ejemplificante o de prevención general y sería aceptado por los ciudadanos, lo demás son cantos de sirena que terminarán con la firma del nuevo convenio colectivo.